¿Se pueden conseguir resultados muy diferentes entre fabricantes que utilizan las mismas soluciones tecnológicas? Esa es una de las cuestiones que más me ha intrigado desde que el simracing vivió su eclosión mainstream en la época pre y post pandémica.
De un tiempo a esta parte, la proliferación de fabricantes que se acercan a este deporte se ha vuelto asombrosa en comparación con la década anterior. Muy lejos quedan ya los años donde los hidráulicos de Heusinkveld o RealGear copaban los sueños húmedos de los usuarios que veían cómo sus presupuestos ajustados no daban para mucho más que para unos pedales con más plástico que metal, basados en potenciómetros de cinta. De la misma manera que ocurrió con los Direct Drive, tuvo que pasar un lustro para que otros fabricantes apostaran por el simracing y la competencia empezara a afectar a los precios. En pedales, esa gran revolución llegó con un sistema presente en todas las básculas de baño y pesos de cocina de todo el mundo: la célula de carga. Una tecnología extremadamente simple y barata, que solamente necesitaba de una calibración muy eficiente y una elección correcta de polímeros (elastómeros) para convertirse en el estándar bajo nuestros pies.
Como es natural que ocurra en cualquier disciplina íntimamente ligada al hardware, el simracing también evoluciona al mismo ritmo que la tecnología en la que se basa. Sin embargo, innovar, ir más allá de lo presente y crear una verdadera revolución, sigue siendo una aventura reservada a ciertas empresas con el músculo económico suficiente como para jugársela en territorios inexplorados. Porque la verdadera innovación, la que marca un antes y un después en cualquier ámbito tecnológico, necesita de mucho tiempo y de mucho personal cualificado. Además, innovar ni es fácil ni, por desgracia, te garantiza el éxito. Salirse de la norma te expone a tantos peligros económicos que pocas empresas se embarcan en una travesía de tal calado, de ahí que veamos pocas cosas fantásticas a lo largo de nuestras vidas. Ejemplos actuales serían Cammus con su C5, Simucube con sus pedales activos o Thrustmaster tratando de dar la enésima vuelta de tuerca a la tecnología Direct Drive. Más allá de estas ideas originales -a veces muy extravagantes como los pedales R7 Simgrade-, solo queda competir con tus iguales a través del precio o de la calidad de los componentes.
Según la información de su página web, «Sim-Lab comenzó su andadura en 2015 cuando su fundador, Richard Schouteren, no pudo encontrar el cockpit definitivo para la simulación de carreras sin gastarse una fortuna. Por eso se propuso desarrollar un cockpit que fuera extremadamente rígido y totalmente ajustable al mismo tiempo«. No sé si esta sensación es compartida, pero me da la impresión de que durante estos últimos cinco años han aparecido más empresas dedicadas a buscar ese artículo de simulación fantástico que oportunidades de encontrarlo sin hacer esa inversión mil millonaria de la que hablábamos antes. Seguramente Sim-Lab consiguió revolucionar el mundo de los cockpits, sin embargo, con los pedales XP-1, Sim-Lab presenta su versión de una tecnología de sobra conocida. De nuevo, hago hincapié en la misma pregunta con la que comenzamos esta review: ¿se puede hallar un espacio de negocio no transitado utilizando los mismos principios que la competencia? ¿Se puede justificar el salto a estos nuevos modelos que van llegando desde los padres de la célula de carga como son los Fanatec V3, con tantos años a su espalda como unidades vendidas y unos 100€ más baratos incluyendo embrague y base de montaje?
Porque cuando un pedal -de cualquier marca- se sitúa en ese rango de precios (400€-500€) y utiliza ese mismo contexto tecnológico (célula de carga), a no ser que haya un error garrafal, es de obligado cumplimiento asumir que todos los componentes internos tendrán una calidad excelente, que el diseño hará que las piezas casen perfectamente entre ellas y que el software de control y de calibración hará su trabajo de forma impecable. Se llame como se llame la empresa que los fabrique. Es más, ¿qué me ofrece un conjunto de pedales situado fuera del ecosistema natural de mi base de volante? Sabemos que a muchos usuarios, una vez deciden una marca en cuestión, les resultará más barato o más cómodo (conexiones, drivers, software…) adquirir el conjunto completo o seguir confiando para otros accesorios en esa misma marca.
Los pedales XP-1 de Sim-Lab caen, como parece ser ya la norma en la mayoría de fabricantes, en los 500€ que ya hemos hablado. Según esa ventana que acuñó el político Overton sobre el ideario político pero que podemos exportar perfectamente a la economía, a saber, la apreciación subjetiva de los precios se mueve, estrechándose o ampliándose, por el devenir del mercado y los productos extremos que empujan esos límites, hace años un juego de dos pedales no hidráulicos a 500€ se habría posicionado en la parte media alta de la tabla, dejando a HE y similares copando la zona alta a muy alta. Hoy, con la ventana completamente abierta de par en par ya por rangos que van desde los 2K€ por pedal activo de Simucube a los T-3PM de Thrustmaster por 130€, los 500€ de Sim-Lab (acelerador + freno, sin base) parecen quedarse en un nivel ciertamente de entrada al hardware del simracing serio (que no sea de plástico). No es casual que encontremos allí también los productos más asequibles del 90% de fabricantes (HE, Moza, Asetek, DC, BJ…) basada en la misma célula de carga.
CONSTRUCCIÓN
El aluminio es el rey indiscutible en el simracing de esta década. Desde las barras del cockpit, hasta las planchas base donde se colocan los pedales pasando por la botonera de tu volante o la bandeja donde colocas el teclado. En tanto el grafeno y otros materiales exóticos no lleguen al mainstream, el corolario vendría a ser: si no eres de aluminio, eres un tipo extraño. Sin embargo, todos los pedales en este rango de precios (DC, BJ o HE) han encontrado su punto dulce en el acero. Sim-Lab, pese a su experiencia con el aluminio de los cockpits, también decidió usar esta aleación. ¿Qué ventajas ofrece un pedal de acero frente a uno de aluminio en un simulador? ¿Estamos ante una decisión de presupuesto? ¿Veremos en el futuro más pedales de aluminio aparte de Asetek a precios de entrada de 500€?
Teniendo en cuenta solamente la parte exterior, los dos pedales XP-1 son ciertamente pesados (2Kg cada uno), robustos como si estuvieran diseñados para que los usara Robocop y están impecablemente terminados. Son, siguiendo la visión del fundador Richard Schouteren, «extremadamente rígidos y totalmente ajustables al mismo tiempo». No nos sorprende porque los cockpits de aluminio de Sim-Lab llevan años siendo una referencia y se nota enseguida su experiencia con el diseño brutalista, en este caso, usando el acero. Ambos pedales comparten el mismo espíritu y ambos ofrecen también las mismas tonalidades de grises, negros y azules, tan poco estridentes como elegantes.
En contra de los estilos actuales que obligan a cualquier cacharro tecnológico que se precie a convertirse en un festival de luces parpadeantes a la mayor gloria de quien sufra epilepsia, XP-1 no dispone de leds en ninguno de sus componentes. Y esto, que podrá gustar más o menos dependiendo de lo que quieras fardar cuando vengan las visitas a casa, también puede ser contraproducente cuando te pasas de frenada. Que ni la caja de conexión ni los circuitos de los pedales dispongan de un indicador visual para saber que todo funciona como debe, es una decisión ciertamente discutible. Pensemos que hasta que llegó la era de la estética lumi-hortera, esa pequeña luz siempre había cumplido una función tan alejada de la estética como pragmática: informar del estado de funcionamiento de un equipo electrónico.
¿Abarata los costes al consumidor y amplia los márgenes de beneficio no incorporarlos? No sabemos hasta qué punto, pero es una pena que muchos fabricantes no incluyan una forma de saber que todo funciona como es debido sin la necesidad de abrir una aplicación. Porque mientras todo va bien, la vida puede ser maravillosa -que decía el gran Andrés Montes-, pero cuando tienes problemas con los USB (y si eres como yo, tendrás más cables colgando de la parte trasera del PC que de una centralita de teléfono de los años 40), si alguna conexión RJ11 está mal crimpada o cualquier otra de las decenas de desgracia random que nos pasan a diario, sin la ayuda visual de un led vas a perder mucho tiempo detectando la fuente del desastre. Y eso lo digo por experiencia propia.
Por otro lado, como dejó escrito el diseñador Dieter Rams: «el buen diseño debe de hacer un producto útil». Gracias a que Sim-Lab llega algo tarde a esto del diseño de pedales, parece haber aprendido bien del resto de fabricantes ofreciendo una cantidad ingente de ejes para modificar tanto el ángulo de ataque como las alturas de todos los componentes. Este matiz se ha vuelto extremadamente importante desde hace años y supuso la primera evolución real de los pedales de célula de carga respecto a los V3 de Fanatec. Propiciado también por el mismo boom que vive el simracing desde la pandemia (2019-2023), la cantidad de cockpits de aluminio aparcados en casa de los usuarios se ha disparado. Por tanto, ya casi no existe ese usuario estándar de antes confinado a una mesa de madera y un asiento no dedicado. La customización de los cockpits, unido al número de coches y disciplinas simuladas, ha provocado que los fabricantes se hayan visto obligados a ofrecer respuesta a los gustos de cada uno de esos usuarios únicos. No es lo mismo que te la pegues en un Formula a que vayas destrozando GT4s. En uno vas casi tumbado, en el otro corres incorporado sobre el backet. Ángulos diferentes de espalda, de cadera y de pies en situaciones distintas para alturas y números de pies casi infinitos. A no ser que tu producto vaya dirigido a una disciplina en particular (que no suele ser el caso), como fabricante más te vale asumir todas estas posibilidades y salvo que quieras algo muy extraño, aquí los XP-1 cumplen perfectamente.
Otra discusión más peregrina es la cuestión de la base de montaje. Durante años, la plancha donde instalar los pedales ha sido responsabilidad exclusiva del usuario. Y eso, a mi parecer, está bien cuando has elegido gastar buena parte del presupuesto familiar en tu hobby en vez de invertirlo en la educación de tus hijos. Puede que en pedales de gama media alta o alta se asuma una intención de cambio con el tiempo, ya sea porque no te encuentras a gusto, porque un colega te ha dicho que serás más rápido con ese otro o porque te has aburrido y quieres probar más sensaciones. Sin embargo, a estos precios de entrada del XP-1, mi opinión es que el usuario típico de este modelo evolucionará desde unos V3 de Fanatec, Thrustmaster o de cualquier otro conjunto de plástico que incluyera su volante. El primero lo hará por actualizar un hardware que tiene casi ocho años y el segundo por mejorar lo presente sin tener que pedir una segunda hipoteca. Por mi propia experiencia y la de otros amigos, podríamos dar por hecho que ese usuario no va a disponer de una base de montaje porque nunca antes la había necesitado. Este detalle obligará la compra extra que suele rondar los 70-90€, según fabricante, elevando el XP-1 a un escalón de precios donde se encuentran esos mismos competidores de los que Sim-Lab se quería diferenciar mediante un precio agresivo. ¿No incluir una base -como sí hacen los V3 y otros fabricantes- es un movimiento de marketing para rebajar costes manteniendo el margen de beneficio o un fallo de cálculo sobre el público objetivo de tu producto? Creo -y esto es muy discutible- que cualquier pedal con célula de carga en un rango de 400€-500€ debería de incluir la base propietaria.
INSTALACIÓN
Tras el cableado, siempre un incordio, y dejar los ángulos y las distancias preparadas gracias a los casi 400gr de tornillos y arandelas que Sim-Lab te proporciona para cualquier escenario de cockpit que tengas en casa, (se nota de dónde viene Sim-Lab), tocó instalar el software.
Seguramente tú no tengas este problema, pero en mi caso, noté inmediatamente que aquello no terminaba de funcionar. La calibración fallaba, y cuando quería tocar algún botón, el software de control Race Director se cerraba sin avisar. Si lo arrancaba de nuevo, igual. Si lo reinstalaba, lo mismo. Ante la falta de leds físicos (ver más arriba) o un fichero de log donde ver con qué error estaba lidiando, fue necesario meterle el firmware de nuevo a ambos pedales con un software diferente de Sim-Lab para que todo empezara a carburar como debía. Una primera impresión algo menos excitante de lo que me hubiera gustado y ciertamente una que espero que ningún usuario tenga que repetir salvo actualización oficial.
Ya con los pedales en marcha, me senté en el cockpit dispuesto a recibir qué sensaciones transmitía en el circuito y si ese aspecto tan robusto comparado con los V3 afectaba en algo a la experiencia general de una célula de carga.
PEDAL DE ACELERADOR
Creo que ya lo dije en mi anterior análisis de los Prima, Forte e Invicta de Asetek. Nadie en la industria debería de meter la pata en el diseño de un acelerador de simracing. Tienes que hacerlo casi a propósito para que una varilla y un muelle con un sensor Hall no hagan lo que tienen que hacer. Porque a no ser que te quieras volver un fabricante esotérico (e innovador), tampoco hace falta mucho más para simular el circuito de conexión entre un pedal metálico y una válvula del carburador (o del sistema digital que sea). En estos tiempos modernos que corren, cualquier sensor magnético de 2€ debería de cuantificar un mínimo de 16bits (65.536 posiciones únicas en los 360º). El salto de los equipos antiguos de 10bits (1.024 posiciones totales) o 12bits (4.096 posiciones totales) fue enorme, y seguramente con esos 16Bits hayamos llegado ya al límite de la resolución a la que un humano puede mover una extremidad en un espacio tan corto. Por ejemplo, si nuestro pie recorre 3,5cm por la circunferencia del eje del sensor a una distancia de 10cm desde el mismo eje (lo que viene a ser un pedal de acelerador normal de cualquier fabricante), significa que estamos recorriendo solo 20º de la circunferencia total. Si los 16Bits de resolución se aplican a los 360º, el resultado nos lleva a un total disponible de 3.646 pasos distintos a lo largo de esos 3,5cm. O expresado de otra manera, una resolución real de 0,0054º, algo que no creo que pudiera distinguir ni el piloto más experimentado del mundo. Es verdad que siendo algo más técnicos, podríamos hablar de la relación señal-ruido del circuito electrónico y cómo con 16Bits vivimos mucho mejor preparados para que el convertidor analógico digital no sufra de interferencias eléctricas, pero eso es otra discusión diferente.
Tras varias sesiones en iRacing, el sensor hall de 16Bits instalado en el pedal del XP-1 ha desempeñado su trabajo con la misma eficiencia que cualquier otro pedal de cualquier otra marca que yo haya probado antes. Cambia, como era de esperar, el tacto. En XP-1 el recorrido es mucho más suave que en mis Prima /Invicta, por ejemplo, y por sensaciones quizás me recuerde más a los V3 de Fanatec que tuve anteriormente. El muelle por defecto da una sensación agradable y junto con el recorrido estándar que tengo calibrado mediante los tres tornillos (3,5cm), resulta cómodo de conducir. De nuevo, las curvas en «S» de Suzuka me han servido para comprobar que no echo en falta nada y que el acelerador del XP-1 cumple perfectamente con el cometido. Poco más que añadir para un sistema donde Sim-Lab usa las mismas mecánicas que el resto de fabricantes en su rango de precios (en realidad, hablando de aceleradores, casi en cualquier rango de precio). Por pedir, y aunque sea un detalle extra que no incluye el 90% de los fabricantes pese a que los V3 ya lo hicieran, sí que me hubiera gustado disponer de algún feedback háptico como el que da un pequeño motor ERM (masa rotatoria) o mejor, un LMR magnético. Son, en estos detalles diferenciales, donde creo que habría mayor hueco en un mercado ya tan copado.
En cuanto a la customización interna, Sim-Lab también nos brinda la posibilidad de cambiar el muelle por otros de más o menos dureza, además de poder cambiar el recorrido total del pedal gracias al tornillo frontal. Eso ya será cuestión de gustos de cada uno, de la cantidad de horas que quieras invertir en encontrarte más cómodo y del número de excusas que le quieras poner a tus tiempos.
PEDAL DE FRENO
Aquí es donde de verdad te juegas el todo por el todo. De nada te vale tener un diseño que llevara al orgasmo al mismísimo Jonathan Ive de Apple o meterle más tornillos de colores que a un cuadro de Pollock, si el pedal de freno no transmite lo que tiene que transmitir, estás completamente muerto. Los fabricantes lo saben y por esa razón nos podremos encontrar piezas en el acelerador de partículas de Ginebra con menos años de investigación que los pedales de freno del simracing.
Sim-Lab tampoco se ha venido muy arriba con el diseño interno del pedal de freno XP-1. Una varilla metálica da servicio a un par de elastómeros (precarga y carga) que juegan con un muelle, unido todo a través de unos adaptadores para que los elementos sigan siempre en su sitio. El final de la historia es una célula de carga que recibe la fuerza de nuestro pie para luego convertirla en un voltaje determinado. La idea viene de hace ya muchísimos años, así que -a priori- el sistema debería de funcionar a la perfección.
Como la ingeniería basada en la fuerza con la que deformamos una lengüeta metálica no tiene demasiada magia, toma el protagonismo el conjunto muelle-elastómero, quien es quien creará esas sensaciones tan especiales que busca cada fabricante como seña de identidad. Igual que en cualquier pedal basado en célula, el muelle crea la resistencia y el elastómero el feedback (amortiguación). Es un conjunto simple de construir y mucho más simple de modificar; al no haber presiones líquidas, o actuadores electrónicos, el proceso de elección se resume en: si lo quieres más o menos fuerte, entonces cambia el muelle, si lo quieres más o menos compacto, te toca cambiar el elastómero. Por esa razón Sim-Lab nos da a elegir un juego de 3 elastómeros según su densidad y otros tres pequeños para la pre-carga, además de otro par de muelles con resistencias diferentes.
Las células de carga se eligen según varios factores. Por la exactitud de la medida (margen de error), por cómo cambia esa medida según la temperatura, por el tipo de mecanismo o por el nivel de fatiga del material, entre otros. Sin embargo, del que más se suele hablar en el simracing es del factor del peso máximo que podrá soportar antes de la saturación.
Sim-Lab ha decidido montar una célula con capacidad para 200Kg de carga máxima. Ese dato nos dice que si nuestro pie estuviera apretando directamente la célula, ese valor sería el máximo que conseguiría traducir la célula en voltaje sin llegar al umbral de sobrecarga (a partir del cual siempre daría el mismo valor máximo). Sin embargo, en un sistema de pedales, nuestros pies no aprietan la célula directamente, sino que se encuentran a una distancia X de ella, rebajando, en este caso del XP-1, la fuerza global del sistema a la mitad. Esa es la razón por la cual Sim-Lab especifica que la fuerza máxima que puede hacer nuestro pie es de 100Kg aún cuando su célula es de 200Kg. ¿Son 100Kg un valor estándar en el simracing? Más o menos. En coches de carreras reales esa fuerza aplicada al pedal puede sobrepasar los 150Kg e incluso llegar a los 180Kg, pero estamos hablando de sistemas con una inercia brutal en desaceleración, no un cockpit en sistema inercial (sin fuerza que la modifique). 100Kg podría considerarse como el valor nominal según los tiempos que corren en cualquier otro fabricante.
Con la propuesta de los XP-1 entramos en la eterna discusión sobre los diferentes sistemas y sensaciones de simulación de freno. Los Stiff Brakes (rígidos, con solo unos milímetros de recorrido) o los Soft Brakes (suaves, con varios centímetros de recorrido). Si los primeros comienzan a frenar en el instante que presionas, los segundos lo hacen según vas recorriendo el espacio. Dicen que con los Stiff puedes arañar los milisegundos que pierdes en los Soft. Por experiencia, para un conductor casual como yo, esos centímetros se notan solamente en tandas largas, donde la memoria de tus músculos puede llevarte a responder de una forma más estable y por tanto, reproducible, lo que te llevará a ser más consistente. Esto, que no lo digo yo sino la gente que sabe mucho más, lo he validado con los Invicta. Sin embargo hablamos de márgenes de precios diferentes con tecnología distinta, así que no puede ser comparable.
¿Dónde está la magia en un Soft Brake como el de XP-1? Desde mi punto de vista, en un diseño general de las piezas que hará que el pedal dure (espero) más años que mis piernas, en el peso del pedal que le otorga robustez y en la libertad de los ángulos para adecuarlo a mi postura.
Porque la célula de carga no tiene secretos desde hace muchísimas décadas, así que sin otras etapas de freno intermedias (como propone, por ejemplo, Asetek), será el sistema de calibrado posterior por software quien marcará la dinámica total del freno (llamado también fullscale, o el rango total de valores entre el más débil y el más fuerte que es capaz de medir). Y aquí es donde la mayoría de nosotros la cagamos. Una vez tienes los ángulos del pedal ajustados para que tu pie no se disloque cada vez que frenas, el reto de encontrar ese apriete perfecto que te susurra cuándo vas a bloquear o te hace ejercer la misma presión siempre en el mismo lugar (constancia), se convierte en un juego en si mismo que nunca dejarás de retocar.
Como en todos los pedales de gama media que he probado en mi vida, lo normal es que el elastómero y el muelle sean capaces de mantener sus características elásticas durante muchos años. Eso también lo dirá el tiempo. En las sesiones que he corrido con los XP-1, todo parece correcto, permitiendo que mi cerebro entienda la fórmula de a igual peso/presión sobre el pedal entonces igual respuesta del coche.
Gracias a los detalles descritos antes (robustez, peso y libertad de ángulos) la experiencia general de frenado con los XP-1 es más completa que la que recuerdo con los V3. El recorrido natural del elastómero por defecto es suave y amortiguado con un retroceso elástico muy cómodo, que me permite un tail-break controlado. Aún así, reconozco que tendría que pasar más tiempo con ellos para conocer sus límites, porque en estas semanas sigo sin poder olvidarme de mi experiencia con un hidráulico en modo «muro» y estoy bloqueando más de lo que suelo hacer. Como siempre ocurre con el hardware, hasta que no interiorizas sus mecanismos, los tiempos no terminan de salir. En Suzuka, por ejemplo, tras varias tandas largas sigo por detrás de mis tiempos con los Invicta. Veremos si en unas semanas consigo romper ese techo.
Race Director
El software de control es el cerebro de toda bestia electrónica. Sencillo e intuitivo, Race Director permite limitar las fuerzas y recorridos del pedal antes del propio calibrador del simulador en cuestión. Además, te permite crear zonas ciegas tanto por el margen superior como por el inferior. Es crucial en sistemas de presión que puedas decidir a partir de cuándo -y en qué medida- se produce la respuesta, impidiendo, por ejemplo, que el freno comience a actuar cuando solamente apoyas el pie sobre el pedal. A falta de una célula de carga con capacidad de modificar su sensibilidad, este método a posterior es el único posible para configurar umbrales de respuesta.
El único problema con los puntos ciegos puede llegar durante el tail-braking, esa técnica que te permite frenar fuerte a la entrada de la curva y levantar según vas recorriendo la curva. Si lo has calibrado todo bien, te permitirá ir muy fino, pero si te pasas o no llegas, serás incapaz de sentirte cómodo.
Con perfiles ilimitados en formato JSON, puedes modificar la sensación y respuesta de ambos pedales según lo requieras y recargarlos posteriormente para hacer todas las pruebas que necesarias, algo esperable en cualquier software de este rango de precios.
CONCLUSIÓN
XP-1 me está dejando buen sabor de boca por su construcción tan robusta y salvo el pequeño susto durante la instalación, su fiabilidad y desempeño se está manteniendo impecable. Con los años de experiencia en construcción de cockpits y la elección de una tecnología ya muy consolidada como es la célula de carga, los XP-1 de Sim-Lab son una apuesta sobre seguro si estás buscando saltar de tus pedales de plástico basados en potenciómetros, actualizar los vetustos V3 de Fanatec o cualquier otro pedal que viniera con tu volante. Eso sí, volvemos a recordar la reflexión anterior sobre los pedales y accesorios que no forman parte del mismo ecosistema de tu volante, por ejemplo, y todo lo que ello implica a nivel integración.
Otra reflexión añadida llega con la base y el pedal de embrague. Como hemos dicho antes, por 500€ sentimos que tiene una competencia bastante fuerte en fabricantes que añaden o la base, o el tercer pedal dentro de esa gama de precio (por no decir ambas). Este hecho tiene un arreglo fácil creando bundles u ofertas, pero veremos en el futuro las decisiones que toma Sim-Lab.
¿Merece la pena el cambio si ya tienes en casa un pedal de 500€ basado en célula de carga? No parece justificable buscar otra opción dentro del catálogo de fabricantes salvo que quieras lanzarte a probar otra tecnología diferente, cosa difícil ya que el hidráulico exige, de momento, el doble de inversión. Al final, será todo cuestión de preferencia de marca (VRS, Sim-Lab, Heusinkveld, Moza…), de estilo de diseño general y de cómo el marketing te venda cómo su elastómero (o conjunto de ellos) juega con el muelle. En todos los casos, la célula de carga será parecida, así que entramos en decisiones muy personales marcadas por la estética.
Queremos darle las gracias a Sim-Lab por la cesión de estos XP-1 y le damos la bienvenida a ese mundo tan complicado y fascinante que son los pedales de freno. Nos leemos en la siguiente review.
Se pueden adquirir en su tienda por 499 euros:
Magnífico análisis y reflexiones Óscar, como siempre. Muchas gracias