El coche eléctrico y su implantación hoy

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Hace ya un par de años que venimos viviendo un extraño proceso de transición en que los coches han pasado de ser maquinas mecánicas impresionantes a ser presentaciones tecnológicas llamativas. Para el que no entienda la diferencia, los automóviles han pasado de luchar por quedar en la memoria como obras maestras a nivel mecánico y de durabilidad, a ser una mera exposición de tecnologías prontamente obsoletas. Las marcas quieren venderte un coche porque tiene Android Auto o una pantalla de 20″ en el salpicadero, en vez de usar amortiguadores de mayor calidad o piezas que resistan el doble de kilómetros sin averías, y los consumidores, cada vez con menos criterio, van pasando por el aro.

A esto se añade, la moda de usar vehículos cada vez más pesados, que dan una falsa seguridad, que consumen más y que son más peligrosos ha inundado todo el catalogo. ¿Quien no tiene o conoce a alguien que ha comprado un SUV? Diferentes razones esgrimidas, todas ellas falsas, simplemente para acomodarse en coches más altos (con un peor FOV) y con mayor impacto ecológico.

Y este último punto es el que parece como muy importante a las autoridades, porque en una muestra autoritaria más de cambiarnos nuestra vida diaria, se ha señalado a los coches y al medio de transporte privado como gran culpable de que llueva menos o haga más calor en verano. Y la obligatoriedad propuesta es migrar al vehículo eléctrico, que como ya sabemos, ofrece muchas peores cualidades en la mayoría de los aspectos a cambio de ventajas bastante cuestionables.

La ilusión de todos los burócratas europeos de hacernos tragar el EV en 2035 se antoja difícil. No porque ellos no quieran o puedan sobre-regular hasta como dormimos, sino porque el mundo es el que es, aunque desde un asiento acolchado de Bruselas, uno lo pueda ignorar.

Llevamos una década viendo como los eléctricos no aumentan sus autonomías, no mejoran sus tiempos de carga, como sus precios son prohibitivos, como los puntos de recarga apenas funcionan y como los precios de la energía son extremadamente fluctuantes. Ni las infraestructuras están preparadas para la carga de millones de vehículos eléctricos ni en casa ni en garajes, ni la sociedad está preparada para asimilar un cambio de esta magnitud teniendo otros muchos frentes abiertos. El empobrecimiento general no es algo ficticio, está ahí, reflejado en cifras de inflación y desempleo, y lo vemos todos los días, y la continua sensación de que siempre pagamos los mismos para que otros puedan parasitar desde sus jets, o desde sus lugares de descanso.

Por último y no menos importante, los EV tienen un atractivo nulo para los que disfrutan la conducción. El coche pasa de ser algo disfrutable a ser una mera herramienta más, como un exprimidor o un abrelatas. Solo hace falta ver la popularidad de la Formula E, o de los prototipos eléctricos comercializados por las marcas como Porsche con el Mission R, donde incluso su alterego virtual ha quedado abandonado tras su lanzamiento.

Si queréis ampliar estas reflexiones podéis leer a otra gente preguntándose lo mismo en este post:

Esperemos que haya alguna cabeza pensante, además de los japoneses y sus planes con el hidrógeno, y se recule o se den plazos realistas a todo este sin sentido.

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5 COMENTARIOS

  1. ¿A qué viene este artículo cargado de resentimiento? Si tienes casa con plaza de garaje propia por supuesto que puedes tener un coche eléctrico y olvidarte de las gasolineras sin dolor alguno. Te recomiendo una prueba con Tesla Model 3 que después de ayudas se queda en 33K y lo comparas con cualquier SUV de gasolina que venda como rosquillas a ver cual es más divertido de conducir.

    Hay que intentar no ir a los polos de opinión porque al final todo negro o blanco y eso no puede ser.

  2. Las compras subvencionadas por el estado deberían de estar prohibidas. Quien quiera algo, que trabaje, cobre su salario y lo pague. No debemos de estar pagando parte de los caprichos de algunos a costa del gobierno devolver parte de la compra. Ya decían no hace mucho tiempo, el dinero no es de nadie, claro, cuando lo maneja quien lo dice.

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