Italia es un elemento extraño. Una anomalía en cuanto a la tradición automovilística que posee, ya que si bien es cierto que muchos países europeos tienen (o tenían) una industria automovilística bien asentada, más cierto es que ninguno de los otros se orientó en tantas marcas y fabricas hacia los modelos de competición.
Desde principios de siglo, y aún cuando casi no había tradición por las carreras, en Italia ya convivían preparadores de la talla de Alfa Romeo, Ferrari, Bugatti o Maserati y pruebas de renombre como la Targa Florio. La industria del motor, su avance y sus potencialidades cautivaron desde su aparición a los jóvenes artistas italianos, que formando parte de uno de los nacientes estados europeos ansiaban la modernidad y el futuro.
De esta forma nace la corriente artística conocida como futurismo, con un escueto manifiesto de Marinetti y otros artistas en el periódico francés Le Figaro que dice así:
Independientemente de las vinculaciones políticas o el desarrollo posterior del movimiento, lo que parece claro es que despertó un ímpetu de creatividad y originalidad en los jóvenes del norte de Italia de principios de siglo. Más pronto que tarde, y enfocados en el tipo de la industria que proclama la importancia de las fabricas sobre la producción agrícola, muchos pronto entendieron el gran cambio producido por la Gran Guerra y las oportunidades que brindaba su final.
Desde el principio de los futuristas, Alfa Romeo ya competía en las carreras locales, en los albores de cualquier otro tipo de prueba, lo que generó un interés en jóvenes mecánicos y preparadores como Enzo Ferrari, el cual terminó haciéndose con la división de competición de Alfa y finalmente independizándose para crear su propia marca en 1929.
Los cinco hermanos Maserati comenzaron preparando coches de la difunta Diatto para después crear su propia marca de automóviles de carreras y triunfando en la Targa Florio de 1926.
De las relaciones de Maserati y Diatto, también aparece encontramos a Bugatti, que durante la gran guerra mantuvo sus operaciones en Milán, en la zona de influencia de otras incipientes marcas, mientras la contienda transcurría para volver finalmente a Alsacia tras el conflicto.
Incluso la generalista FIAT se atrevió a salirse de su linea comercial y marcar un increíble récord de velocidad de 200 km/h en el circuito de Brooklands a los mandos de Pietro Bordino en 1911. Este tipo de pruebas motivaron la creación del circuito de Monza, que aún hoy junto con Indianapolis subsisten al paso del tiempo.
Cómo pilotos de FIAT llegaron Vincenzo Lancia y Claudio Fogolino, quienes mientras pilotaban para la casa de Turín ya se planteaban la creación de un taller propio en el que dar rienda suelta a sus diseños, siendo algunos de ellos preparados concienzudamente para las carreras y cosechando éxitos.
Unos 50 años después, Lancia al igual que Ferrari y Alfa Romeo volverían a formar parte del grupo FIAT, cerrando el circulo de muchas de estas historias de pequeños talleres y grandes pilotos que soñaron y consiguieron la creación de grandes hitos del motor que aún perduran entre nosotros y que influenciaron y fueron influenciados por el convulso entorno de la época.