El automovilismo como el resto de las cosas de la vida tiene sus excentricidades, sus locuras. A veces son genialidades que calan entre el publico y pasan a la historia y otras veces son grandes meteduras de pata en las que nadie se explica como aquello pudo salir adelante.
De este ultimo grupo hay algunas que merece siempre la pena recordar, sobre todo para muchos que podrían estar en disposición de hacer algo así en el futuro.
Corea del Sur es famosa principalmente por dos cosas; está al lado de Corea del Norte, y que sus jugadores de e-sports son muy buenos y arrasan en casi todas las competiciones. La tradición de carreras de automóviles es escasa, prácticamente nula a pesar de tener una industria poderosísima con grandes conglomerados (chaebol) como Hyundai o la extinta Daewoo. En parte debido a una rigurosa legislación en lo concerniente a la modificación de sus vehículos, en parte debido al escaso número de pistas o porque simplemente no les interesa, el caso es que ninguna competición del motor tiene allí la relevancia ni atención mediática para resultar rentable.
De todas formas siendo Seul una de las urbes más grandes del planeta, albergar un gran premio allí da para suponer que al menos 150000 personas podrían sentir al menos curiosidad como para acudir y comprar entradas. Eso iniciaría una bola de nieve que con los años concluiría en una arraigada afición a las carreras. No parece un mal argumento, y muchos podrían comprarlo, pero cuando miras el resto del país, mucho menos poblado y lleno de vegetación y tierras de cultivo te das cuenta de la enorme sin razón que supuso la construcción del circuito de Yeongam,
Las perspectivas y estimaciones eran desde un principio exageradas y todo fue un mar de problemas desde el principio, ya que tanto Hyundai como Samsung decidieron no invertir en algo que culturalmente no era ni bien visto ni conocido. Las obras se fueron ralentizando y todo olía a una cancelación. Tanto es así que a dos semanas para la celebración de la primera carrera, la pista no estaba terminada. La FIA fue retrasando la inspección hasta 10 días antes del gran premio. Durante el mismo fin de semana de carrera se fueron haciendo modificaciones en la pista e incluso el asfalto aún estaba por asentarse.
Las ventas de entradas fueron un fracaso y en los años que duró el gran premio, hasta 2013, las deudas fueron aumentando hasta que la región fue incapaz de acometer las tarifas que la F1 exigía.
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