Voy a empezar este post pidiendo perdón. Sí, perdón, a vosotros los lectores, por permitirme en un alarde de egocentrismo llenar este artículo de vivencias personales que es muy probable que a nadie interesen. Perdón, también, por empezar un texto pidiendo perdón. No se me ocurre peor manera de empezar a hablar sobre algo que solicitar disculpas por adelantado. Pero es que, cada vez que intento hablar sobre Papyrus, me es totalmente imposible separarlo de mis vivencias personales. Lo intento, lo juro, pero tal fue el impacto que sus simuladores tuvieron sobre mi infancia que no encuentro la manera de hablar de ellos sin tener que hablar de mí también.
Mi primer contacto con sus productos fue en 1996, un domingo de tantos que aprovechábamos para ir al centro comercial. Hacía unos meses que nos habíamos mudado a Estados Unidos por el trabajo de mi padre y siempre que íbamos de compras aprovechaba para mirar con anhelo las estanterías de juegos de PC que jamás podría permitirme. Para entonces ya era un fan de las carreras de NASCAR, omnipresentes en la tierra del Tío Sam. También coleccionaba cochecitos en miniatura de la categoría. Mi padre me compraba uno cada dos semanas si me portaba bien, y ya tenía el principio de lo que luego sería una gran colección. Ese día vi un juego que cambiaría mi vida: el NASCAR Racing 2 de Papyrus. Como el trabajo de mi padre era para una universidad española, a pesar de vivir en Estados Unidos él cobraba su sueldo en pesetas. En aquella época, lo que era un buen sueldo en España, apenas llegaba para vivir en un apartamento de estudiantes plagado de cucarachas en EEUU. No pasábamos necesidades, pero tampoco había lujos. Así que tuve que insistir mucho (y renunciar a un par de meses de cochecitos) para que mi padre finalmente pagara los 30$ que costaba el juego. Me hizo prometer que haría buen uso de él, nada de dejarlo en el armario una semana después y pedir otro juego nuevo. Y vaya si lo hice.
Durante los próximos años no hubo semana en la que no jugara al menos una carrera. Ahí estaban todos mis ídolos de la tele: Dale Earnhardt, Ricky Rudd, Terry Labonte, Jeff Gordon, Rusty Wallace, y muchos más. Tras un breve periodo de prueba, empecé a correr los campeonatos enteros con duración completa de las carreras. Entrenaba y toqueteaba los setups, pintaba mis propios coches, y jamás hacía trampa. Si una carrera me iba mal y acababa en abandono, me obligaba a mí mismo a hacerlo mejor en la siguiente y tener que remontar. El realismo que tenía ese juego era lo que en realidad me tenía enganchado: podía imitar un fin de semana completo de carrera a la perfección. Ahí fue cuando nació mi pasión por la simulación, y cuando empecé a entender el mundo de las carreras con mucha más profundidad.
Dos años después, aún en Estados Unidos, un nuevo juego captó mi atención. Se trataba de Grand Prix Legends, también de Papyrus. Pero este era distinto. “Hubo un tiempo en el que los circuitos se diseñaban para poner a prueba los límites del hombre, y no la seguridad. Un tiempo en el que el talento del piloto importaba más que su máquina”– rezaba el texto en la parte trasera. Quedé instantáneamente embaucado por el misterio que imprimían las palabras de la cubierta. ¿Qué será el “mítico Nürburgring de 14 millas”? ¿Quiénes son Jim Clark, Graham Hill y Jack Brabham? Nunca había oído hablar de ellos. Mi padre, seguidor de la F1 desde los tiempos de Jackie Stewart, conocía los nombres, pero hasta a él le pareció muy raro que el juego fuera a ser mínimamente representativo de la época. Viendo cómo había aprovechado el anterior juego de coches que me comprara años atrás, esta vez sí estaba dispuesto a hacer el esfuerzo. Pero por desgracia eran meses malos en el tema económico y me dijo que tendría que esperar. Durante los próximos meses viví con el miedo y los nervios ya que, a mis 8 años, no concebía que los juegos se iban reponiendo en las estanterías cuando se acababan. En lo que a mí respectaba una vez se vendieran todos, ya nunca habría más.
Así que, el día en que por fin mi padre me compró el juego, fue uno de los más felices y de los más decepcionantes de esa época. La felicidad que llevaba en el coche de vuelta a casa, listo para probar mi nuevo juego, se tornó en decepción al aprender una nueva lección que dura hasta el día de hoy: la simulación avanzada requiere de hardware de última generación. Grand Prix Legends era injugable en el portátil de trabajo de mi padre, que por entonces era el único ordenador que teníamos. Así que, una vez pasado el mal trago, volví con Earnhardt y Labonte y mi copia de GPL quedó relegada a un cajón del escritorio.
Ahí estuvo hasta que en 2001, a nuestra vuelta definitiva a España, compramos un PC de sobremesa con un Pentium III y una ATI Rage Fury Pro. Lo que encontré en ese simulador cambió mi vida para siempre, ya que afectó completamente a mis gustos en el mundo de la competición automovilística. ¿Cómo podía ser que hubiera personas con agallas para correr en esos circuitos? ¡Con esos coches! A base de práctica y esfuerzo, conseguí un día quedar sexto en Monza en una carrera corta, y la sensación de haber logrado algo dificilísimo no se me olvidará en la vida. Trompo a trompo, carrera a carrera, Earnhardt, Gordon y Labonte fueron perdiéndose en la memoria y dieron paso a Clark, Hill y Brabham, creando en mí una pasión por los clásicos que aún perdura. Seguía sin saber quiénes eran, pero tenía claro que tenían que haber sido unas de las personas más valientes y hábiles de la historia. Hasta el día de hoy tengo una extraña sensación de nostalgia, ya que aunque nunca tuve oportunidad de ver sus logros en directo, forman parte de un pasado lejano en el que fui muy feliz recreando sus hazañas.
Por todo ello, y por los 5 años de diversión ininterrumpida, gracias, Papyrus. Gracias de corazón.
Gran articulo, la verdad que papyrus en su época abrió un mundo para muchos. Seguro que aquellos simracers de primera generación recuerdan al igual que tu, con nostalgia, aquellos maravillos años.
Por otro lado, Grand Prix Legends fue todo un acierto en cuanto elegir época y ambientación, dando una dificultad alta y una «simulación» bastante conseguida.
Un saludo
PD: A día de hoy aún tengo el Nascar Racing 2003 instalado y me parece excepcional, es sin duda la base de iracing. Si tienes oportunidad, no dejes de probarlo.
Bua, casi lloro. Bonito artículo. si señor.
¡Gracias a todos por los comentarios!
Hola Iker. Supongo que ya estarás, al tanto, pero por si no → https://www.youtube.com/watch?v=B4-oKs7LejM http://f1classic.your-talk.com/t18115-released-f1-classic-67-legends-v1-4-update-17-sept-2017
Sabía de la existencia del mod, pero no de esta última actualización. Te he editado uno de los links para que vaya a la página de los creadores, y no directamente al link de descarga. Hay que evitar tener líos.
Muchas gracias!
Qué bonito artículo.
Pozi
Me ha gustado mucho el post. Es bonito saber que mas gente como yo siente las mismas emociones y sentimientos por algo que compartimos. Esto nos une a todos Íker
GPL, fué el inicio de las físicas y de carreras en internet, luego Dave Krammer ideólogo del juego, hizo Nascar series y luego iracing, todo empezó con Geoff Crammond con titulos como Grand Prix y GP2 y siguíó como dije Dave Krammer, los demás simuladores, todos están basados en ésto cambiando programación y hardware
Y ahí estamos en iRacing por Dave 🙂
Cuando ves que un juego tan antiguo como Nascar Racing 2003 que ni siquiera tiene un sitio oficial de descarga sigue teniendo una comunidad activa detrás, y que hasta Sim Racing System le ha dado soporte hace unos meses, esque algo especial tienen esos juegos.
Estos días estoy usando GPL por el gusto de correr en el mod de Isle of Man que creó Jim Pearson. Esos 61,7 km con esos coches antiguos es una autentica gozada, además de estar hecho el mod a todo detalle. Bueno, gozada cuando acabas sin chocar, trompear o estrellado contra esas casas y muros de piedra.
Muy buen artículo. ¡Si tengo que ponerle alguna pega es que se me ha hecho demasiado corto! 🙂
Comparto contigo el cariño por Papyrus. Empecé con Indianapolis 500, pero fue IndyCar Racing el que me introdujo en el mundo de la simulación. Había jugado antes a muchas cosas (los Test Drive de Accolade o los Grand Prix de Microprose) pero no eran mas que eso, juegos. Los de Papyrus estaban a otro nivel. Recuerdo tener las misma sensación de triunfo que tan bien describes al acabar una carrera en Laguna Seca entre los 10 primeros. Jugaba con un joystick analógico de aquellos que eran como una palanca de avión y los gráficos eran muy básicos, pero yo me sentía como si estuviese en el monoplaza bajando a toda velocidad por el sacacorchos. Qué tiempos.
Creo que todos los que empezamos hace años valoramos mucho a lo que han llegado los simuladores. Si me cuentan hace 30 años que hoy en día íbamos a tener cascos de VR, volantes y pedales del nivel que tenemos y que gente que empieza con simuladores se pasa a las carreras reales no me lo hubiese creído ni de coña!
Algo parecido viví yo. Aunque primero fue el GPL y después la NASCAR. Aun tengo guardados esos juegos con todos sus mods.
Enhorabuena por el articulo.