Lo siento, pero conduces igual de mal que todos nosotros

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Y con eso de «conducir mal» quiero decir que eres un inútil al volante. Bertrand Russell fue un filósofo y escritor clave en la historia moderna. De todos sus libros y reflexiones, hay uno que suele venirme a la cabeza cada dos o tres carreras: El triunfo de la estupidez. En él, Bertrand postuló -sin ningún lugar a ironías-: «El problema fundamental del mundo es que los estúpidos están seguros de sí mismos y los inteligentes, llenos de dudas».

Si damos por válida la máxima de que la psicología del conductor tiene tantas perspectivas como las de cualquier otro deportista sumido en una competición, el corolario podría ser que todas ellas se yuxtaponen en pos de un único final posible: llegar primero superando a todos tus rivales por el camino. Porque del segundo solo se acuerda tu madre, tu pareja -o a mayores-, el grupo de WhatsApp cuando se lo cuentas cabreado después de pasar por meta. Así que ni lo bonito es el camino, ni tampoco lo más importante de todo es participar en la carrera. Quien dice esas soplagaiteces tan de gurú venido a menos, o nunca ha competido en su vida, o, si lo ha hecho, iba tan sobradísimo -o sobradísima- que una vez retirado de sus millones de victorias puede mirar por encima del hombro a quienes nos dejamos la piel en el cockpit semana sí, semana también, para simplemente acabar una maldita carrera.

Por resumirlo, cuando se pone en verde el semáforo, el mundo entero desaparece y tu misión no es darte una vuelta con Pablo Cohello de copiloto y un MP3 de autoayuda sonando de fondo. Tu objetivo es superar -sea como sea- al que tienes justo enfrente. Que luego quedes primero, segundo o quincuagésimo, eso ya es otro cantar en el que entra en juego la experiencia, la pericia, tu capacidad y en mucha menos medida de lo que siempre creerás, la suerte.

Por este motivo de ansiedades y egos, no es de extrañar lo que ocurre durante nuestras carreras. Parafraseando a Bertrand, en la zona media de un Split 2 cada uno de los veinte pilotos en parrilla tenemos un problema fundamental: los estúpidos estamos tan seguros de nosotros mismos que terminamos llevándonos por delante a los inteligentes, esos que suelen corren llenos de dudas. Y si todavía te crees que estás dentro de los inteligentes, es que tenemos un serio problema de apreciación.

Como contexto, nuestra semana natural en Flirteando con el Desastre se compone de dos fases: aprendernos el dichoso trazado y una vez que dejamos de hacer el ridículo (a unos dos segundos de los que saben conducir), meternos en carrera a perder el menor iRating que se pueda. Esta dinámica nuestra -no sé la vuestra- se traduce en martes, miércoles y jueves girando detrás de la Blap de alguien mil veces mejor a nosotros mientras tratamos de recordar lo que otro streamer comentó en YouTube que nos haría rascar medio segundo solo en esa curva.

Y así que familia/trabajo/covid mediante, llegas preparado a la carrera del viernes. Y así también que a la primera vuelta te has llevado a uno en la chicane, te han destrozado la dirección con una salida de pista multitudinaria y ahora, ese mismo chat donde todo el mundo animaba con «GR, good race/buena carrera» y preguntaba educadamente «¿cuánta gasolina?» (a escasos segundos de empezar a rodar), se ha convertido en un «gracias por arruinarme la carrera» «eres un mierda» «no tienes ni puta idea de conducir».

Sé que muchos os habéis pasado la pandemia estudiando el máster de «corro 12 series diarias» y ya tenéis más iRating que la nómina de un banquero. En Flirteando con el Desastre, «mileeuristas» por naturaleza, seguimos atascados en nuestro agujero del que probablemente nunca saldremos. Y es allí, en las profundidades del aprendizaje, donde más estúpidos (osados) nos volvemos. Russell nos diría que si hemos caído en el Split 2, es que aún tenemos muchísimo recorrido por asimilar y kilómetros por quemar bajo nuestras ruedas. Nos explicaría que si somos Split 2 -o menos-, lo somos no porque el universo de iRacing conjure contra nosotros, sino porque por el momento, hay tropecientos mil corredores mucho mejores que nosotros. Luego Russell sacaría la pizarra, dibujaría en ella nuestra trazada y estupefacto, nos preguntaría cómo cojones podemos sorprendernos cuando el que tenemos delante frena a destiempo. Cómo narices se nos pueden llevar los demonios cuando los tres que entran en paralelo a la segunda chicane de Zolder se matan entre ellos matándote de paso a ti también. Nos preguntaría sobre las probabilidades matemáticas que teníamos de seguir en carrera intentando meter el morro en la tercera curva de la primera vuelta con más de 14 giros aún por delante y las gomas tan frías como la cerveza que te tomas a orillas de una playa en pleno Agosto.

Dice un estudio que el 93% de los conductores se cree mejor que el resto. Tal dato refrenda por sí solo al bueno de Bertrand: de 100 personas apuntados en un Split, solo habría 7 inteligentes. Así que si un día de estos entras en carrera y ves que hay un tipo ahí sentado llamado Oscar G. García, date por bienvenido a la serie de los inútiles. Espera lo impredecible. Habrá tortazos sin explicación. Habrá salidas de pista en lugares insospechables. Habrá cambios de dirección típicos en personas que sufren de embolias al volante y sobre todo, en cada curva habrá una osadía tan grande como nuestros egos. Eso de dejar pasar al que te lleva sacando un segundo y medio por giro o frenar antes cuando vas a rebufo, lo hacen los inteligentes. Así que enfadarte porque tu iRating se haya ido al carajo debería de enfrentarte a tu propia pregunta: ¿cuánto iRating le habrás quitado tú al resto de la parrilla en lo que va de temporada? ¿Cuánto les quitarás en la siguiente carrera?

Os dejo, que tengo otro montón de iRating que regalar durante esta semana. Y si nos cruzamos en pista, dejad apretado el botón de «Sorry». No habrá nada que te acerque más al 7% -y por tanto a ser mejor piloto- que pedir un perdón a tiempo mientras aprendes a evitar eso mismo la segunda vez. Palabra de Bertrand Russell, un tipo bastante inteligente, por cierto.

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6 COMENTARIOS

  1. Me he sentido muy reflejado sobre todo en eso de ser el mediocre que esta en Split 2 a 2 segundos de los que saben conducir y preguntandome cada semana como salvar, ya no digo subir mis 1600 de IR……a diferencia pero, te dire que soy de los que dejan pasar al que te recorta un segundo por vuelta y que intento tener presente que en la primera vuelta, con ruedas frias hay mas que perder que ganar…..ya ves…..sere un Rara Avis….

  2. Pues si ya eres consciente de quién es más rápido que tu, que las carreras no se ganan en la primera vuelta y cada vez que tienes un incidente revisas de manera crítica lo que ha pasado y piensas qué puedes hacer para que no te vuelva a pasar lo mismo, te diría que vas por el buen camino. Ten paciencia y poco a poco el iRating irá subiendo. Si hubiese mas gente como tu, iRacing sería un mundo mejor! xD

  3. Enhorabuena por el post, ¡es oro puro! Da totalmente en el clavo, con mucho sentido del humor, y refleja nuestra mediocre realidad de «pilotos del montón». Pero, lo mejor de todo, es que da la receta de como mejorar: aprende de tus errores para evitar repetirlos. Con eso, y algo de práctica y siendo metódico, se puede ir subiendo iR y acabar corriendo con gente mejor y tener una mejor experiencia (independientemente del slipt en el que estés).

  4. Es una conjunción entre experiencia, sentido común y educación. Para mí, no hay diferencia entre mi vida real y mi vida en el circuito. Compite, pero con la ética que te hayan inculcado o hayas ido aprendiendo. Si eres un pieza en el circuito… seguro que eres un pieza fuera. Y eso da miedo 🙂 ¡Nos vemos en pista! Y gracias por leer el artículo.

  5. ¡Gracias César! La mediocridad es el mejor caldo de cultivo para aprender (al menos en mi caso). Ahora, qué difícil es aprender de los errores cuando vas más pendiente de no matarte que de lo que hay a tu alrededor. Con mis 1700 de iR solo caigo en Split 2 y allí es donde nos juntamos lo peor de lo peor: los que vamos lento pero nos creemos rápidos.

    Muchas gracias por leer el artículo (el resto de este blog que escribo tiene otras reflexiones igual de desastrosas). ¡Nos vemos en la pista!

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