Pilotos Plug & Play vs. Augury

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En mi casa, de siempre, se decía que ojito con los cables gruesos porque esas cosas pueden hacer mucho daño. El primer direct drive de Augury (construido hace unos 5 años) lleva un par de esos, con terminales acodados, algo sucios, muy negros y (seguramente por manipulación de terceros) envueltos en cinta aislante a medio despegar. Sumando el montón de hierro que lo rodea, el conjunto del controlador debe de pesar unos cinco kilos. Casi quince si añadimos el motor Mige. Cuando se enciende, un zumbido muy subterráneo y continuo parece estar a punto de crear un vórtice espacio-temporal alrededor de la estantería y aunque sé que dentro de unos días -cuando me haya leído los manuales y seguido los tutoriales- me ocurrirá aquello que Arthur C. Clarke ya dijo sobre «que la magia de tanto cable, tantas placas diferentes y tanto motor se convertirá solamente en ciencia«, reconozco que desde el cockpit, ese pedazo de tecnología a medio remendar parece sacada de una historia de ciencia ficción retro-futurista.

Porque si vienes -como yo o como el 99% del resto- de un G27, de un Thrustmaster o de cualquier Fanatec, significa también que vienes del mundo de consumo. Logitech, Thustmaster o Fanatec son cosas diseñadas para un cualquiera. Sepa o no sepa lo que hace, el cacharro siempre funcionará. Son lo que un padre le regala a su hijo o lo que te compras cuando haces click en Amazon. «Plug and Play» narra mil historias de ingenieros validando tensiones y componentes, cientos de diseños de usabilidad fallidos, decenas de piezas diseñadas en exclusiva mediante otras piezas diseñadas solo para fabricar las anteriores, con un montón de documentos y regulaciones de seguridad pasadas por los pelos, sellos, certificados legales y encima de todo, una cantidad exorbitante de horas de beta testing con grupos de pruebas humanas. Que ninguno se sienta excluido porque cada betatester representa a millones de posibles usuarios.

Logitech, Thrustmaster o Fanatec forman parte evidente de ese mundo marketiniano que puebla las estanterías virtuales de los centros comerciales. Cuantos más colores chillones tenga la caja, cuantos más gráficos bonitos lleve impresos por cada lado y más acrónimos extraños se serigrafíen en ella, más de consumo será y más preparado estará para la vida moderna. Hay que seguir el lema de nuestros tiempos: <<tú no toques nada que ya hemos tocado nosotros por ti, no vaya a ser que te lo cargues y encima la culpa sea nuestra>>. Las descargas de responsabilidad llevan aniquilando nuestro intelecto desde que alguien decidió no leerse las instrucciones de un cuchillo eléctrico y terminó amputándose el miembro por gilipollas. Por no saber leer o tener la paciencia de informarse. Así terminaron los días de la ingeniería casera y de la inteligencia nativa que hemos tardado siglos en asimilar.

Ahora todo es en diferido. Siempre hay otro departamento. Otro responsable. Otro a quien preguntar. Claro que luego nos sorprendemos cuando la generación que nos sucede es -por primera vez en la historia- más imbécil que la anterior. Porque ya nadie se lee los manuales, los fabricantes han dejado de imprimirlos. Saben que a la mínima ni siquiera haremos un Google; mejor sacamos un tweet desesperado, un hilo en un foro con «AYUDA» en mayúsculas, un grito descarnado en un grupo de Telegram y que alguien venga con la solución mascada. Por eso mi Augury, con sus dos cables gruesos, sus cintas aislantes mal puestas, con sus placas remendadas y todos los peligros al aire, es mucho más que un volante. Para mí, es la reivindicación de los seres inteligentes que somos todos. Un motor industrial sacado de una fábrica de metalurgia unido a un software trenzado a mano que conecta el juego con esa bestia. Es una oda a la ingeniera más profunda, aquella que adapta la técnica a un deseo: sentir el coche y la pista como nunca antes fue posible. Igual que cortar tus propias barras T-Slot para hacerte tu propio cockpit. Igual que te has montado tu propio PC en vez de comprarlo envuelto en papel regalo. Es tomar consciencia de lo que te rodea y tener un mínimo de decencia por lo que nos hace humanos. Joder, que solo tenemos seis décadas en plenitud de condiciones como para dejar que toda nuestra vida se resuma en un Plug & Play. ¿Es peligroso un Augury? Lo es porque así debe de serlo. Igual que para Brabham o McLaren lo eran sus motores o para Hill, Clark y Steward conducirlos.

La cuestión está en encontrar el equilibrio. El piloto, según nos enseñó Tom Cruise en sus días de trueno, puede ser medio subnormal y seguir ganando carreras. Te sientas, metes primera y a correr mientras tus mecánicos se las apañan para sacar lo mejor del coche sin que tú les digas ni media. Pilotos Plug & Play. Vida Plug & Play. Me pasa cuando me siento en el radical por las tardes-noches. No hay nada que tocar. Nada físico donde meter la pata más allá de empotrarme contra algún que otro desesperado. En definitiva, nada por lo que mi intelecto tenga que sentir algo de vergüenza. Por eso en iRacing cada temporada hay más series Fixed. Hagámoslo fácil o la gente no viene. Seat & Run & forget. Los Setups, que deberían de ser privados porque son como el ADN, muy parecidos pero a la vez muy diferentes al del resto, últimamente se venden e intercambian en el mercado persa igual que las bolsas de cacahuetes. Paquetes enteros para temporadas completas. Y si no lo tienes, a pedir por las esquinas. Sí, es un coñazo enorme eso de aprender. Y sí, tu trabajo -la vida- es capaz de quedarse con todo el tiempo del mundo y dejarte solo una hora para saltar a pista y hacer lo que puedas. Estamos todos en el mismo barco, a la deriva de los circuitos.

Pero volvamos al Augury. Hoy, tras la primera vuelta rodando con el radical en mi primer Direct drive, he sentido también que estoy en el primer día del verdadero piloto virtual. Igual que si me hubiesen reseteado la CPU mental, de pronto no recuerdo cómo era llevar otra cosa entre las manos. ¿Cómo describirías un Open Sim Wheel? Pongamos que hasta que lo pruebas has estado corriendo con unos guantes de cocina, de los mullidos para el horno. Un amortiguador de sensaciones con una música lánguida y relajante que ha esquilmado de detalles cada fragmento de cualquier circuito. Para mí, lejos de esas cosas que llaman Newtons y Metros y fuerzas capaces de doblar por la mitad el universo, un OSW es como haberse quitado los guantes y estar agarrando directamente la transmisión del coche por la solapa de la camisa. Es vivir el detalle. Igual que cuando en las películas atan a un pobre desgraciado con una cuerda y tiran de él por una autopista polvorienta. Entre el asfalto y tu alma no hay más filtro que los polígonos que engendran el circuito. Directo, de lo virtual a tus músculos.

Porque hablando de detalles, donde nace una brizna de hierba más verde que el resto, justo en el filo de una sombra sobre dos hendiduras del piano gastado por miles y miles de neumáticos al pasar, hay un centímetro de asfalto levantado que -en mi caso- siempre le dará nombre a Watkins Glen. Los circuitos no son una entelequia borrosa flotando en un lugar recóndito de la memoria de cualquier piloto. Igual que nadie recuerda un circuito por su nombre sino por sus curvas, tampoco nadie visualiza sus curvas como tales sino como los fragmentos minúsculos que le dan sentido, aquellos fragmentos que serán recordados vuelta tras vuelta y que bien aplicados, permitirán a nuestros coches alcanzar el futuro cien milésimas antes que el coche que nos persigue. Son micro-espacios temporales clavados en nuestras manos, atados a nuestros pies, fusionados, parcelados, analizados por la intuición mientras tu alma de piloto se abre paso entre la maleza de alquitrán a más de doscientos kilómetros por hora.

Por eso, cuando alguien me pregunta por Watkins Glen, yo solo veo un montón de información concatenada. El micro-espacio a final de recta, poco antes del cartel de 100 metros medio inclinado, donde piso fuerte el pedal del freno y dejo que el coche alargue su inercia hacia el interior mientras -con tanta prudencia como con menor paciencia- voy girando el volante a la derecha esperando a que la protuberancia del bordillo descubra su mitad exacta para quemar de nuevo el acelerador y enfrentarme, poco después, a la subida que dará a la chicane. Watkins, en mi cabeza, es una estela continua de briznas de hierba, de cambios de asfalto, de sombras sobre un piano o un pedazo de valla desconchada. Una conjura de detalles que -dioses del simRacing mediante- nos llevarán hasta la meta en una posición decente.

Augury hoy le ha dado visión a mis manos. Lo que veía en virtual, el cambio de asfalto, el grano en el piano, la pista inclinada antes del vértice, es ahora sentida con una resolución que parece estar escrita en braille. Podría, si quisiera, rememorar Watkins con los ojos cerrados y decirte en qué punto del circuito estaríamos solo con la ayuda del feedback que grita este OSW. ¿Cuánto es real? ¿Cuánto está generado por el propio motor? ¿Cuántos detalles se esconden tras el diseño de un circuito? ¿Cuánto de ello lo crea mi propia imaginación? Y en resumen, ¿cuánto de ello había permanecido oculto? Con el Direct Drive hay una saturación de sensaciones instantánea. Lo que ves con tus manos y lo que ves con tus ojos se complementan y sinceramente, unido a la presencia de mis gafas virtuales, creo que he dado con el punto dulce entre maquinaria y simulación. Entre lo que yo pretendía cuando me acerqué a este hobby y lo que un sistema es capaz de dar.

Si unimos los cables gruesos del Augury a su eprom, a los cientos de parámetros ocultos, a un botón rojo y redondo de «paren máquinas» que te da una perspectiva real sobre lo que le podría ocurrir a tus manos si algo ahí adentro saliera mal, entonces tienes en casa un equipo único. Porque si te hubiera gustado lo fácil, no tendrías en casa un montón de hierros alrededor de un cockpit a medio apañar. Estarías con un Logitech, con un Thrustmaster o un Fanatec. Pero tú eres un piloto y a un piloto nadie le dice cómo tiene que hacer las cosas.

Nota del autor: Esta unidad de tercera o cuarta mano sufrió cambios y modificaciones más allá de Augury durante el paso de los años. Augury siempre ha puesto muchísimo mimo en el ensamblado de sus equipos. Este texto se refiere exclusivamente a la unidad en cuestión

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3 COMENTARIOS

  1. Que grande, me identifico contigo plenamente, pero debes ser consciente de que somos pocos aquellos a los que les gusta «destripar» el funcionamiento de las cosas, la mayoría buscan la inmediatez y no tener que utilizar más conexiones neuronales. «Has aprovechado el día si has aprendido algo nuevo»

  2. Bueno, no les quito parte de razón. Aquí la cuestión es que cuando ya empiezas a peinar alguna cana que otra y tu vidas se va sistemáticamente por el «retrete» currando 9 o 10 horas diarias para luego según que casos hacer frente a tus duras responsabilidades paternales. Si después de esa agotadora jornada DIARIA y previa negociación con la parienta – si tienes sabrás de lo que hablo y máxime si vives en un micro piso donde si te tiras un pedo se entera el edificio entero – eres capaz de sacar un hueco para ese postre que sabes que no puedes comer después de un haberte metido entre pecho y espalda un buen cocido GALLEGO, pues lo único que desearas es no tener que lidiar con problemas que difícilmente eres capaz de entender o arreglar…. No te quepa la menor duda que somos muchos los que desearíamos disponer de 10 horas DIARIAS para aprender cosas nuevas, trastear y solo 1 o 2 para currar y ganar en ese tiempo lo bastante como para disfrutar de tus hobbys y tus responsabilidades socio-parentales… No crees rincewindmc?

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