A la velocidad del tocino

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Solo hay una cosa que a los simRacers nos guste más que sentir la adrenalina de la velocidad virtual: comentarle al resto del mundo el resultado de nuestra última carrera.

Ya desde los primeros días de simRacer, en mi casa se estableció una regla sagrada: una vez entrado a boxes me levanto del cockpit para acudir frente a la mesa de la cocina donde se ha convocado la rueda de prensa familiar. Este acontecimiento retransmitido en riguroso directo para todos los integrantes de la familia -a saber: mi mujer, mi hijo y la gata- acontece normalmente los miércoles a última hora, los jueves a eso de las nueve y dependiendo de estas cosas ajenas que nos impiden correr -llámese la vida misma- también los domingos por la tarde. Durante los minutos que dura la cosa los tres aguantan estoicamente cada una de mis explicaciones a cada cual más peregrina: por qué he llegado el catorceavo habiendo salido sexto, por qué nada de eso fue culpa mía sino de un australiano que se me llevó por delante en la última curva, por qué la gente (así en general, no hace falta especificar) no tiene ni idea de lo que es conducir y sobre todo, que cuando uno pone el cartel de «estoy corriendo» en la puerta de su cuarto y vas a mitad de carrera, no mola mucho que se abra el debate sobre quién va a recoger al niño al fútbol al día siguiente; ese tipo de cosas, aunque no lo parezcan, desconciertan y desconcentran a partes iguales.

Igual que en las buenas ruedas de prensa deportivas, las preguntas no se hacen mucho de rogar: «La mujer que está al fondo, por favor, que coja el micrófono que no se la oye. ¿Para qué medio dice que trabaja? Ah, sí, claro, para el único que ha venido. Bien. ¿Y la pregunta es? ¿que si las croquetas de la cena las quiero con ketchup? Pues me alegra mucho que haya sacado el tema: para croqueta la que me ha hecho el imbécil del australiano en la chicane. Pero sí, con un poco de ketchup estarían bien».

Soy plenamente consciente de que a mi hijo todo esto de su padre explicando sus desastres por las pistas de medio mundo se la trae al pairo. Completamente absorto en el Bob Esponja de la tele, el chaval estará desarrollando un concepto de su padre algo extraño: a última hora de la tarde, este adulto que le castiga de manera aleatoria se pone unas gafas negras en la cara, se sienta en un armazón de aluminio que según él se parece a un coche (y según su madre son cuatro hierros mal cortados) y de vez en cuando suelta algún que otro exabrupto grave mientras parece estrangular a alguien agarrado al volante. A riesgo de que algún psicólogo se lleve las manos a la cabeza, creo que nada de esto es malo. Pertenezco a esa primera generación cuyo regalo de comunión fue un Commodore 64 y desde entonces no he dejado de jugar hasta pasados ya los cuarenta. Según la sociedad que me rodea, mi familia y la gente de mi trabajo, sigo siendo un tipo normal y corriente.

Como yo, se de buena tinta que hay millones de jugadores nacidos entre los 70 y los 80 ahí fuera porque, de hecho, coincido con muchos de vosotros en las pistas. Gente que después de recoger a sus hijos en el colegio vuelve a casa a echarse una partida a la playstation como lo más natural del mundo. O gente hecha y derecha que guarda la nintendo switch en el cajón de su alcoba tras pasarse uno de los miles de niveles del Zelda antes de dormir. O ese otro que se acuesta a las dos de la mañana porque se pica en el Gran Turismo y al día siguiente las ojeras se van marcando un off-track de órdago sobre sus pómulos. Por esa razón me sorprende muchísimo -y para mal- el gesto de quienes habiendo compartiendo nuestra generación, nuestra cultura, siguen gesticulando con cara de póquer cuando les dices que tu hobby es el simRacing. Esta semana pasada he ‘sufrido’ tres momentos claves que me gustaría compartir con vosotros:

  • El primero ocurre día sí y día también. Y no por habitual rebaja mi extrañeza. Un padre, en el colegio, saca el tema de la adicción de su hijo por los videojuegos. Rodeado de gente de más o menos tu misma edad, aprovechas para explicar que si bien hay que controlar las horas, el concepto del videojuego en sí no es malo porque llevamos décadas con ellos. Entonces alguien en el corrillo pregunta «¿Ah, pero tú sigues jugando?» y acto seguido tres o cuatro cruzan sus miradas antes de decir: «uy, que gracia, eso lo hacía yo de pequeño«. Luego otro añade: «pues mi hijo estuvo en tu casa el otro día y flipó con lo que tienes montado. A lo mejor se lo pide por reyes«.
  • El segundo ocurrió un día después, cuando se me rompió el calentador de agua. El hombre de mi edad que vino a solucionarme el marrón se quedó mirando el cockpit con una sonrisa pícara entre los labios y manteniendo los brazos cruzados preguntó «¿Eso de ahí qué es? para jugar a los coches, ¿verdad?» y acto seguido añadió: «Qué suerte tiene su hijo de que su padre le compre todo lo que quiere«.
  • Y el tercero: el más doloroso, el germen de toda esta entrada y un resumen verídico de este mundo que nos rodea, me ocurrió en el trabajo. Por suerte o por desgracia mi tarea diaria -además de arrastrar las vergüenzas por los circuitos virtuales-, se desempeña en un medio de comunicación de los grandes. Cubriendo un evento cualquiera, y en un momento de confianza con un compañero de deportes (de menor edad que la mía, por cierto), le pregunté acerca de su opinión sobre los eSports en general y el simRacing en particular. El por qué de la poca o nula visibilidad que tenemos en los medios generalistas cuando el crecimiento de usuarios está desbordando todas las expectativas desde hace ya años. Más que su respuesta, fue el gesto con que la acompañó: «si habláramos de eso en los informativos«, dijo, «entonces tendríamos que hablar también de las partidas de mus, ¿no?«.

Los videojuegos y la «madurez». El simRacing y el mus. La velocidad y el tocino. Y yo me pregunto, ¿cuántas generaciones tendrán que pasar para que todo lo relacionado con la diversión, el hobby o el deporte a través de un ordenador se vean con normalidad? ¿Cuándo se podrá mantener una conversación medio normal en la puerta de un colegio acerca de todo esto sin que una buena cantidad de padres me asocie con chavales de la edad de mi hijo? ¿Cuándo tendremos una generación de políticos, o un presidente del gobierno, gamer? Porque esta gente de bien, compañeros de edad, tan madura en un sentido demasiado sesgado, es la misma que luego dice «uy, no, yo de esas cosas de videojuegos ni idea, mi hijo a lo mejor» y luego son capaces de pasarse media vida enganchados a porquerías tipo candy crash o saca cuartos semejantes. O los mismos que abren los ojos como platos cuando dices lo que cuesta un volante o pedalera para luego sacar su iphone XXX que solamente usan para llamarse entre ellos y cambian cada siete meses (eso si no se les rompe antes).

Por terminar con la rueda de prensa reivindicativa de esta semana y no aburriros con demagogias y obviedadades, me quedo con una reflexión en forma de deseo: espero que además de los valores éticos y sociales que intento trasladar a mi hijo, cuando el chaval vea a su padre tomarse en serio su hobby, usando para ello las mismas herramientas que usa él, en el mismo ecosistema y muchas veces hasta con el mismo lenguaje, propicie que al llegar a mayor nadie tenga que venir a explicarle la diferencia entre la velocidad y el tocino.

Y sí, por mucho asco que te pueda dar, las croquetas congeladas saben mejor cuando las mojas en ketchup, el tocino queda muy bien a remojo con el cocido y al australiano ese decidle, por favor, que en la próxima carrera procure no confundir los pedales: el que está en el medio es el que te hace terminar las carreras. simRacers de cualquier edad, nos vemos flirteando con el desastre, dentro, fuera, o mucho más allá de los circuitos. Otro día, si lo veis bien, podemos jugar a buscar las diferencias entre el simRacer y las partidas de dominó. Hasta entonces, adelantarme con cuidado.

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9 COMENTARIOS

  1. Oscar , me encantan tus artículos y me identifico plenamente no te cuento cómo me mirami mujer a mis 56 primaveras que disfrute con esto. Hasta el próximo artículo

  2. ¡¡¡Gracias a los tres!!!, al final está claro que aunque seamos cada uno de nuestro padre o de nuestra madre, somos todos mucho más parecidos de lo que nos creemos. Por eso, como decía en el artículo, me sorprende que todavía se pongan en duda muchas cosas relacionadas con los esports, el gaming o el simracing. En fin, será cosa generacional. Saludos a todos y gracias por leer las entradas 🙂

  3. Óscar plenamente identificado contigo 100% Incluso yo intento obviar y no decir abiertamente que corro «con cochecitos en videojuegos» en sociedad por miedo a que me tilden de infantil.

    Y esto se debería de ver normal. La generación de 40 años en adelante fuimos los pioneros de los Simuladores actuales y jugamos con videojuegos que hoy serían la risa de nuestros hijos.

    Enhorabuena por los artículos, cada día son mejores. Y sí, somos muchos los que llevamos esta pasión en silencio y los que estamos detrás de un volante en nuestras casas. Somos legión. Cuando pregunto edades en servers y Discords varios siempre tenemos presencia los pilotos virtuales «veteranos».

    Un saludo!!!

  4. bravo, represent total a mis 44 primaveras, un artículo divertido y real como la vida misma. Con la vr el simracing es la bomba!! un crack Oscar!

  5. Otro cuarentón que se siente identificado con el artículo. Coincidimos hasta en el tema de las ruedas de prensa. También las doy y también me ignoran…

    Es obvio que poco a poco los videojuegos se irán normalizando entre los adultos, pero creo que aún falta tiempo. Nuestra generación (los nacidos en los 70) somos los primeros que hemos estado expuestos a ellos desde que éramos pequeños y, aun así, hay mucha gente de nuestra edad que no ha jugado nunca porque era algo minoritario. Los chavales de ahora están mucho más acostumbrados a los videojuegos y les acompañarán de por vida. Por poner un ejemplo, en el sector de la informática (en el que trabajo) los videojuegos se ven como algo normal y la mayoría de mis compañeros, incluso los que son algo mas mayores, juegan habitualmente o, por lo menos, no se extrañan al comentar que juegas (mas de una vez me ha pasado de enseñar el cockpit a algún compañero no gamer y tenerlo en casa al día siguiente probándolo!). Achaco esto a que muchos de los que nos dedicamos a la informática hoy en día empezamos de críos con los Spectrum, C64, etc. y, entre otras cosas, usábamos los ordenadores para jugar habitualmente y estamos muy acostumbrados a ellos. Hasta que esto mismo pase en todos los sectores de la sociedad todavía tendrán que pasar algunas generaciones, pero todo llegará.

    La sección, por cierto, brutal. ¡La he descubierto hoy y estoy leyendo todos los artículos!

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