Rescatamos este post de hace unos meses de nuestro compañero Oscar en el que muchos os veréis reflejados.
Mientras el resto de la humanidad se precipita al pozo de la depresión cada lunes, nosotros, los simRacers genuinos, seguimos quemando los últimos splits sabedores de que nuestra propia zanja semanal empezará a rodar justo un día después. A las 00:00 de un martes cualquiera, los relojes de todos los cockpits del mundo se resetean y como si nos visitara una pareja de hombres de negro con su neuralizador, nuestra memoria -y todas las técnicas de conducción avanzadas que durante siete días nos costó sangre, sudor y ampollas ajustar al circuito- se van a ese éter inexplicable (léase al mismísimo carajo) del que probablemente nunca más volverán a salir.
Toca decir adiós a esas cuatro briznas de hierba resecas que crecían junto a la sombra del piano -nuestro punto de frenada ultra secreto-, y recibir un nuevo y extraño trazado del que solamente sabemos que cuesta unos 18 dólares con iva y que tiene dos o tres variantes distintas. Si perteneces al selecto club de Flirteando con el Desastre, es decir, si cada semana tienes que explicarle a tu mujer/novia/madre por qué es absolutamente necesario que te gastes el dinero en ese circuito («¿pero no te lo habías comprado ya la semana pasada?») estarás sufriendo lo que los psicólogos han venido a llamar las 5 fases del duelo simRacero:
1ª Fase. Yo no soy así de malo.
Dura aproximadamente desde la primera hora de la tarde del martes -momento en el cual te has instalado el circuito- hasta bien entrada la mañana del miércoles; más o menos -dependiendo de la longitud del circuito y de lo agonías que puedas ser- unas 60 o 70 vueltas. Desorientado y sin puntos de referencia a los que agarrarte, en vez de bajarte del coche y pegarte una vuelta despacito para ir asimilando el ritmo de las curvas, te verás superado por el ansia y saltarás a pista con el pie a tabla aún desconociendo los peligros que te esperan por delante. Llamada también «fase Pinball», durante mucho más tiempo del que estaremos dispuestos a admitir rebotaremos contra todas y cada una de las protecciones del circuito mientras gritamos frases del tipo «¿pero esta curva no iba mucho después?» o «Madre mía qué leche me he calzado» o la ya mítica «joder, como me vuelva a salir otro Off-track subo el cockpit a wallapop y a tomar por saco todo esto«. Al igual que durante cualquier fase de negación, procura que no te toquen las narices demasiado ni en familia ni en el trabajo para evitar males mayores.
2ª Fase. Ellos no pueden ser así de buenos.
A primera hora del miércoles la cosa empeora. Aunque ya podamos adivinar qué curva sigue a la anterior, el «espíritu» del circuito sigue siendo bastante esquivo. A veces conseguirás centrar el coche sobre el piano pero otras muchas te irás de cabeza contra el muro. Tu carácter ha empeorado en las últimas horas y discutirás hasta con el perro cuando bajes la basura. Un post-it en el monitor te recuerda la lista de marcas de frenado que sacaste de una repetición aunque luego, en plena vuelta, nada de esto parece servirte para mucho: ni el palo doblado en la verja de la primera curva es el punto ideal, ni la mancha de humedad en la tierra antes de la chicane se ajusta a tu velocidad, ni el nido de abejaruco que cuelga de la segunda rama antes de la recta te librará de un Off-Track. La mejora evoluciona con tanta parsimonia que cada vuelta se convierte en un auténtico suplicio de errores, malas decisiones y una barra roja perenne te recuerda lo lejos que estás aún de la trazada óptima. Pero lo peor es que aún no hemos tocado fondo. Por un golpe de suerte haces una vuelta completa sin salirte de pista, así que derrochando optimismo por las cuatro ruedas buscas el tiempo rápido de referencia en el hilo oficial. Casi mejor no haberlo visto. Con gesto perplejo te pasas un buen rato contemplando la pantalla sin creerte esos números. Es imposible. «Seguro que lo habrá hecho con un setup especial de quali y con la pista bajo cero», murmuras para darte ánimos. Acto seguido, y para ahondar más en tu cabreo, compruebas que la vuelta se la hizo con el setup por defecto, con la pista más caliente que el teflón de una sandwichera y usando solo la mano izquierda porque mientras corría, con la otra se estaba echando una partida al Mario Kart de la Switch.
3ª Fase. Los mil y un setups.
Según pasan las horas del miércoles tu capacidad de superación empieza a segregar esa enzima que nos hace devorar otros mil quinientos tutoriales distintos sin pestañear. Sabemos dónde y cómo arañar una centésima. Hay que abrir la última curva, cerrar la subida y cortar gas más tarde. Por supuesto, mucho más fácil verlo en el video que hacerlo con tus manos. Pero perseveras porque hay veces que la línea roja se vuelve verde unas centésimas y eso te pone de mejor humor. Tras dos o tres stints de cincuenta vueltas sin ninguna escapada por la hierba, e hinchados de autoconfianza, ha llegado el momento de entrar en los primeros tests reales del servidor para demostrarle al mundo de lo que somos capaces. Aquí es cuando el clímax de la Fase 3 nos golpea con toda su fuerza: Si todo el mundo va más rápido que tú, será que todo el mundo lleva un setup diferente al tuyo. De pronto caes en la cuenta. Ya no se trata de correr, sino de buscar el Santísimo Setup Milagroso. El otro día en COTA West juraría que un piloto me tocaba en la ventanilla justo antes de darse la salida para limpiarme el parabrisas a cambio de un setup decente. Hasta aquí hemos llegado. Es como estar poseído. Vas preguntando por cada hilo de cada foro, a tus colegas, a los que no lo son, en inglés y en cualquier idioma que reconozca google translator. En un acto desesperado también pruebas a poner todo a cero porque empiezas a dudar de que alguno de esos valores influyan realmente en el coche. Y es que en esta fase todos los males se originan fuera de nuestro coche. Si no es la temperatura de la pista, es el peso de la gasolina, o la mierda de pedales que tenemos (sí, por enésima semana consecutiva volverás a calcular qué te costaría un OSW con unos HE). En mi caso, la fase de «los mil tutoriales» me ha llevado a instalarme una cantidad indecente de programas de telemetría. Aunque empiezo a entender cómo funcionan, de momento solo valen para contrastar matemáticamente que ni acelero ni freno cuando debo. Para más inri, gracias a todos esos datos he aprendido que gestiono los ángulos de giro como si me estuviera dando un ataque epiléptico en cada curva. Hay tanto margen de mejora que agobia pensarlo.
4ª Fase. Dolor físico y mental.
Esta fase suele manifestarse entre la primera y la segunda carrera oficial. Aún sabiendo que los chicos del split 1 nos sacarían dos semanas por vuelta, en nuestra cabeza sigue habiendo una pequeña duda sobre cómo se comportará el resto de la parrilla en situación de carrera. En los tests has logrado seguir a dos o tres pilotos rápidos -estás ya entre los 15 mejores tiempos de entrenos- y los off-tracks, muy esporádicos, solo ocurren cuando pierdes mucho la concentración. Agazapado en el Split 2, no pasan ni dos curvas antes de descubrir que toda la parrilla en realidad no ha quedado para correr, sino para celebrar un ritual de suicidio colectivo. Tú, para no ser menos, te apuntas al bombardeo porque salvo treinta o cuarenta puntos de tu iRating y unos tres cuartos de hora de tu vida, no tienes nada más importante que perder. Aprietas los dientes, pasas a un par de pilotos y luego pillas el rebufo de alguien que va tan verde como tú. Tras el anunciado desastre, cruzas la línea de meta a vuelta y media de cabeza de carrera perseguido por esos siete u ocho que compraron el circuito esa misma semana. Asumiendo que había un SOF muy bajo, los 13 off-tracks que te has comido más todo el iRating que te restarán, puede que a ese ritmo empieces a perder puntos hasta en el carnet de la vida real.
5ª Fase. Pues sí, soy así de malo (de momento).
Han pasado cuatro días desde que te instalaste el circuito y por primera vez en toda la semana puedes sonreír relajado. «Hoy te he visto más tranquilo» susurra tu mujer antes de apagar la luz del dormitorio. Tú asientes aliviado. Atrás ha quedado la ansiedad por conocer el trazado cuanto antes. La impotencia de no poder rebajar los tiempos ni una milésima. Tantas salidas de pista que parecía que estuvieras jugando al Colin Mcrae. A estas alturas del viernes te conoces el circuito mejor que el plato de ducha de tu baño y aunque intuyes que has tocado techo, los tiempos suelen mantenerse una centésima arriba o una centésima abajo. Ayer, en la última carrera, llegaste décimo saliendo quince en el split 1 después de escuchar varias veces «3 wide, ni se te ocurra respirar«. Todo un logro porque sabes que estás dando más de lo que puedes y pese a estar a un segundo muy largo de los mejores, nadie te podría reprochar el esfuerzo. «Cada semana vas un poquito más rápido«, piensas entrando en el sueño, «puede que incluso te suban de división cuando termine la temporada«.
Y así, el tiempo se acelera: llega el sábado y las comidas familiares, el domingo y los paseos por el parque con el peque y tu mujer, los lunes de las últimas carreras. La semana del simRacer va consumiendo su ciclo a más velocidad que la recta del circuito. Y mientras esperas a que el ordenador se apague, justo antes de la última medianoche, escuchas que alguien llama a la puerta.
–Cariño, dos hombres de negro preguntan por ti-te dice tu mujer. Tú asientes con resignación. Toca otra batalla. Toca otro circuito. Compañeros de simRacer, nos volveremos a ver allí donde flirteamos con el desastre.
¿Cada semana hay un circuito nuevo? Eso son unos 60€/mes, más de 700€ al año, y sin contar los coches. Que pasada!
Juan, por suerte para nuestra salud financiera los circuitos no son infinitos… habrá semanas en las que se repita algún otro de otra temporada y en algunos meses llegarás a tenerlos todos 🙂 Además, iRacing te ofrece descuentos por compras conjuntas (3 o más). Si no fuera así saldría más barato montarse un equipo real de formula 1 y apuntarse al mundial.
Buenisimo este articulo. Pensé que era el único al que le pasaba, me ha sacado unas buenas risas esta lectura.