Esto va para los que no corremos. Para los que queriendo, y no pudiendo, pensamos en todas las carreras que nos estamos perdiendo mientras el trabajo, las obligaciones o cualquier cosa que pasa en nuestro día a día, va comiéndose las semanas a más velocidad que un LMP-1 en la recta de Le Mans. Porque de pronto ha pasado un mes y de pronto una temporada completa. Doce semanas en blanco, el cockpit aparcado y todas las ganas del mundo esperando a que pase el temporal.
El simRacing tiene ese punto puñetero. No es una partida rápida de Tetris que te puedas echar cuando te aburres. Salir a pista en compañía de otros es -o debería de ser- una responsabilidad mucho más seria. Hay gente que entrena cada día. Que se estudia cada segundo de ángulo de la curva. Que se ve tutoriales en youtube o paga por un curso online. Verdaderos apasionados que entienden que a las carreras se viene sabiendo, cuanto menos, el nombre del circuito. Por tanto, muchos entendemos que en el simRacing hay que ser constantes, hacer kilómetros para adivinar lo que se te vendrá encima una vez salgas de boxes y si la cagas, lo hagas por tu falta de pericia y no por la falta de vergüenza.
Por eso nos ocurre como en cualquier otro deporte: a la que te detienes unas semanas, el motor se enfría, los engranajes se ensucian y tus neuronas empiezan a olvidar detalles importantes de cada circuito. Si eres un alíen, si tienes un don innato o si has quemado los circuitos a base de miles y miles de vueltas durante años, quizás te puedas permitir el lujo de saltar al cockpit nada más regresar de vacaciones y pegarte una pole sin despeinarte. Tienes las curvas mecanizadas. Los rebufos calculados. El resto de nosotros, los que aún dudamos en muchas trazadas, los que nos ponemos nerviosos en cada parada y todavía creemos que el de atrás nos va a dejar respirar un par de vueltas, lo tenemos muchísimo más difícil. Ya lo decía Picasso, «cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando». O lo que es lo mismo, cada segundo fuera del circuito es un segundo que podrías perder luego por vuelta. Es un hecho demostrable que cuanto más corremos, mejor lo hacemos y por desgracia, también viceversa.
Y así que un día cualquiera llegas del trabajo muy pronto. Es viernes, el niño se ha ido con sus colegas y tu mujer anda a sus cosas. Estás solo en casa y por primera vez en mucho tiempo sientes que los circuitos y los dioses del simRacing se han alineado para dejarte correr. Sin pensártelo mucho te sientas en el cockpit, con la palma de la mano quitas el polvo que se acumula en la carcasa negra del volante, pinchas en el icono de iRacing y tras varios cientos de megabytes de actualización (que te recuerdan una vez más cuánto llevas lejos de las carreras) decides sentir de nuevo cómo era eso de cambiar con levas. ¿Pero en qué circuito? ¿Con qué coche? ¿entrenos privados, libres o saltas al campeonato? Es viernes, recuerdas, y la gente lleva compitiendo a muerte desde el lunes. Empiezan las dudas. Es imposible pillar ritmo en unas cuantas vueltas. Y tienes que buscar un setup. ¿Monza? Uf, ese no le controlo mucho todavía. Decides entrenar pero echas de menos la adrenalina de la competición. Entonces, tras otros diez minutos divagando por los menús y sus categorías, clickando indeciso aquí y allá, observas el cockpit igual que a un extraño y ya está pasando de nuevo el tiempo sin que hayas puesto un pie en la pista.
Me gustaría que alguien me dijera cómo lidiar con estas cosas. Los ejercicios de mantenimiento, los mínimos para una temporada en blanco y que al volver no parezca que acabas de empezar de cero en la copa Rookie. Por un lado recuerdo mis tiempos de Gran Turismo. Las carreras esporádicas contra la máquina con la simpleza inocente de subir de carnet. Llegar de clase y darme unas vueltas, en cualquier circuito con cualquier coche, a ver si hago oro, plata o bronce. Pero luego pienso en cómo corro ahora, con el puñetero iRating comiéndome la moral, con humanos rueda a rueda -los serios y los suicidas-, con tiempos que batir dependiendo de las temperaturas de la pista, y vuelvo a pensar que esto no es el Tetris. Aquí en el simRacer, para disfrutar de verdad, hay que currar de lo lindo y no vale esa partida ocasional. Lo contrario sería poner en peligro (virtual) a media parrilla y hacer un boquete en tu iRating del tamaño de un asteroide.
Hablando de la vida alejado de las pistas, estoy convencido de que esta pregunta os la hacéis muchos cuando llega el momento. ¿Renuevo o no renuevo mi cuenta en iRacing? Porque si te pasa como a mí últimamente, pagas pero no corres. Y eso no es bueno. Sin embargo dejar de pagar es como decirle al día a día que has claudicado. Es perder la esperanza de regresar una semana de estas a los entrenos y ver la bandera a cuadros cada jueves o cada viernes. Vaya encrucijada de mierda. Por eso habría que constituir un club. Una comunidad de esporádicos: los damnificados de la rutina laboral. Con nuestras reglas y nuestros circuitos. Un caos con solo un requisito: no participar -ni entrenar- más que dos veces al mes. El resto de mortales, los que pueden o los que sacrifican otras muchas cosas en pos del simRacing, ya tiene las temporada regulares. Pero nosotros nos merecemos olvidar la tiranía del irating, de lo mal que nos sabemos la pista y el dolor de ver cómo te vas quedando atrás en la única carrera de las últimas tres semanas.
En flirteando con el desastre sabemos que no hay nada fácil. Por eso estamos contigo. Si andas por el lado salvaje de la vida, alejado del circuito muy a tu pesar, aquí estamos para recordarte que es más normal de lo que piensas. Nos vemos en el circuito, aunque sea sólo durante una conversación en la barra de la cafetería del curro, en la puerta del colegio de nuestros hijos o por qué no, esperando el desastre seguro frente a nuestro cockpit.